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Sagot :
El fin de semana pasado me encontré con mi amigo Manuel, un español muy
simpático y divertido, con quien me fui a una excursión a la montaña.
Cargamos nuestras mochilas con todo el equipamiento para acampar: tienda de campaña, mantas, linternas, utensilios y una hornilla para cocinar.
Luego de haber caminado durante casi 3 horas, llegamos a un lugar ideal para armar nuestro campamento, en la montaña. Fijamos nuestra tienda de campaña y arreglamos todo para empezar a cocinar nuestro almuerzo, muy entusiasmados.
Pero, cuando empezamos a buscar en nuestras mochilas, lo que íbamos a cocinar, nos dimos cuenta que nos habíamos preparado muy bien, para armar el campamento, pero ninguno de los dos pensó en comprar las provisiones o alimentos para cocinar en la montaña.
Mi amigo Manolo luego de vociferar a los cuatro vientos me dijo: ¡Qué brutos somos, Dany! ¡Pues, nada! ¡A recoger todo, que nos vamos a casa, a acampar en el jardín!
Y luego de recoger nuestro primoroso campamento, caminamos 3 horas de vuelta, para terminar exhaustos, tirados en el césped, pidiéndole a mi madre, que nos diera de comer, ya que la resistencia del hombre se mide, por su capacidad de tolerar el hambre, y nosotros como solo somos unos adolescentes, no nos avergüenza para nada reconocer que estamos hambrientos y que de pasar hambre: ¡Nada! como dice mi amigo Manolo, el español simpático, pero tan despistado como yo. (ALEJ96 - 29/02/2016).
Cargamos nuestras mochilas con todo el equipamiento para acampar: tienda de campaña, mantas, linternas, utensilios y una hornilla para cocinar.
Luego de haber caminado durante casi 3 horas, llegamos a un lugar ideal para armar nuestro campamento, en la montaña. Fijamos nuestra tienda de campaña y arreglamos todo para empezar a cocinar nuestro almuerzo, muy entusiasmados.
Pero, cuando empezamos a buscar en nuestras mochilas, lo que íbamos a cocinar, nos dimos cuenta que nos habíamos preparado muy bien, para armar el campamento, pero ninguno de los dos pensó en comprar las provisiones o alimentos para cocinar en la montaña.
Mi amigo Manolo luego de vociferar a los cuatro vientos me dijo: ¡Qué brutos somos, Dany! ¡Pues, nada! ¡A recoger todo, que nos vamos a casa, a acampar en el jardín!
Y luego de recoger nuestro primoroso campamento, caminamos 3 horas de vuelta, para terminar exhaustos, tirados en el césped, pidiéndole a mi madre, que nos diera de comer, ya que la resistencia del hombre se mide, por su capacidad de tolerar el hambre, y nosotros como solo somos unos adolescentes, no nos avergüenza para nada reconocer que estamos hambrientos y que de pasar hambre: ¡Nada! como dice mi amigo Manolo, el español simpático, pero tan despistado como yo. (ALEJ96 - 29/02/2016).
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